Las bolsas nos dejaron un final de año que ha respondido a los bandazos que se pueden esperar de la renta variable en momentos turbulentos, algo que sin ser lo ideal es un patrón de comportamiento habitual de un activo de riesgo como es la renta variable. Igual que octubre y noviembre observamos un comportamiento muy favorable, hay que decir que incluso por encima de lo esperado como ya señalamos en nuestro comentario del mes anterior, diciembre nos sorprendió por las caídas. Especialmente las registradas en EE. UU. que fueron especialmente importantes en los índices tecnológicos.
Desde una perspectiva general, la inflación sigue dejando muestras de que empieza a tocar techo, caso de Europa, o que incluso se aminora, como ocurre en EE. UU. Y a pesar de todo, el inversor sigue mostrando su miedo a que una vuelta a precios elevados tensione aun más los tipos de interés. Precisamente esa circunstancia es lo que ha motivado un giro significativo en las preferencias de cartera. Durante todo el cuarto trimestre se ha venido apreciando un notable trasvase de ahorro hacia activos de renta fija con salida desde la renta variable que fue acusado en diciembre. El inversor intuye que los niveles de rentabilidad que ofrece la deuda compensan el riesgo y dan seguridad frente a la incertidumbre de la renta variable.
Como dato anecdótico en 2022 se ha registrado el mayor número de días con caídas superiores o iguales al 1% en la historia del mercado americano. Esto habla de lo volátil que ha sido el año y de la cantidad de escenarios que se han ido poniendo en precio a cada momento. Se empezó el año con un amenazante conflicto bélico que acabó implicando al mundo por sus connotaciones derivadas en la energía, pasando por un continuo debate sobre el curso de la inflación y los tipos de interés, para acabar con una incertidumbre plena pues ninguna de esas incógnitas parece haberse despejado. A esto hay que sumar la más que probable recesión que, de confirmarse, tendrá que lidiar con las políticas monetarias que actualmente siguen los principales bancos centrales. La inversión de la curva es una señal poderosa como también lo es el hecho de que desde 1970 cada vez que la Fed ha pivotado su política se ha producido una recesión económica. La misma que ahora busca generar.
Nuestras carteras, como siempre decimos, aunque no es fácil, han intentado abstraerse del ruido externo para seguir centradas en las compañías y sus tesis de inversión. Y no ha sido fácil, ya que el inversor se ha mostrado nervioso lo cual ha impactado en los precios con una variabilidad mayor de la deseable. Ha sido un año en el que hemos estado muy invertidos en energía con éxito, demostrando lo acertado de conjugar una visión global con un análisis micro. A día de hoy, el peso ha disminuido debido a la revalorización de las posiciones pero seguimos apostando firmemente por esta temática. Igual que en materiales, donde pensamos que con independencia de una eventual recesión hay elementos de fondo estructurales que seguirán impulsando su demanda en un contexto de oferta limitada y con compañías más rentables y sólidas de lo que eran en el anterior ciclo de commodities.
De esta manera hemos despedido a 2022 y damos la bienvenida a 2023. Para nosotros, la mayor amenaza estriba en la titánica dificultad que tiene cuadrar los objetivos de inflación con el nivel adecuado de tipos y que ambos sean compatibles con una destrucción de empleo lo menor posible. Lo que es indudable es que será un año incierto a nivel de beneficios lo cual se reflejará en las valoraciones. Será en definitiva un año con incertidumbre, pero con la convicción de que siempre hay oportunidades de inversión que nos permitan alcanzar nuestros objetivos y seguir ayudando a que los ahorradores obtengan valor en el largo plazo.
Fichas mensuales diciembre 2022